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La escala de Do terapéutica

Quienes siguen este blog saben que yo estuve muchos años sufriendo una lesión bastante debilitante por causa del piano. El que quiera leer mi historia lo puede hacer aquí.

Se puede estar lesionado con dolor o sin dolor dependiendo del tipo de lesión. En mi caso había dolor, y era muy irritante porque era moderado pero se mantenia siempre presente. A veces, subía en intensidad dependiendo de mi nivel de estrés, de mi estado emocional o de las actividades que realizaba.

Y así estuve muchos años, sufriendo ese dolor. Aunque siendo franca, lo que más me dolía no era el cuerpo, era el no poder tocar, o no poder tocar bien por culpa de esto. Porque el dolor era tan solo el síntoma del bloqueo y la restricción del movimiento que sufría mi brazo que me impedía expresarme a través del piano. Ese era mi verdadero obstáculo. El daño no era solo físico, sino también emocional, llegando a afectar a mi sentido de identidad como músico y como persona.

Y por ello llegó un punto en que sentía miedo de sentarme al piano: el instrumento que tanto amaba pero que tanto daño me estaba causando.

Al iniciar mi reeducación con una profesora de piano especializada en el Enfoque Taubman todo comenzó a mejorar.

Enseguida vi que esta profesora (al contrario que otras personas a las que acudí) sí podría ayudarme. Parecía tener una comprensión de los movimientos aplicados al piano que a mí aún se me escapaba, pero que no había encontrado en nadie más. El poder tenerla a mi lado y seguir sus instrucciones me aportaba la sensación de seguridad que necesitaba para explorar de nuevo mis movimientos sin ese miedo a hacerme daño.

Las primeras clases fueron muy reveladoras ya que en el rato que pasaba bajo su guía no solía tener molestias. De hecho no sentía nada. Era extraño. A ver, me explico: el dolor no se iba definitivamente, pero durante sus clases no sentía nada “más” al tocar. Una ausencia de “lo físico” que acompañaba mi forma de sentir el piano al tocar. En realidad era como tocar sin llevar un gran peso encima. La sensación de no tener sensación de la que habla Therese Milanovic en este artículo contando su propia experiencia. Esto me hace pensar que de algún modo yo era adicta a la tensión física al tocar, como modo de sentirme a mí misma tocando, y que por eso es tan difícil salir de ahí.

En el Enfoque Taubman se enseñan los movimientos necesarios para tocar el piano usando como modelo la escala de do mayor. Esto se hace tan solo al principio, ya que se pasa lo antes posible a aplicar estos movimientos a las obras del repertorio. Pero siempre se vuelve a la escala una y otra vez como referencia para entender los movimientos. Y es un modelo muy bueno ya que al estar compuesta únicamente por teclas blancas se ven muy claramente todos los defectos y problemas de la técnica. Y por lo mismo, al aprender a tocarla bien se van resolviendo todos esos problemas.

Se aprenden los movimientos de rotación, los movimientos de cajón (de entrada y salida del brazo) y los gestos en arco. Todo se entreteje de modo que cada movimiento ayuda a coordinar mejor todos los demás.

escala de doSi pensamos en planos de movimiento podríamos decir que con los movimientos de rotación uno aprende a moverse en el teclado en el plano frontal (de izquierda a derecha y viceversa), con los movimientos de cajón se añade el plano transversal (la profundidad de adelante a atrás y viceversa) y con los gestos en arco se añade el plano sagital (de arriba a abajo y viceversa). La combinación de todos estos elementos conforma un modelo de “escala tridimensional” que proporciona todos los grados de libertad de movimiento.

Como mi manera de moverme estaba muy restringida, debido a la lesión y a la tensión que arrastraba, aprender correctamente todos los movimientos fue un proceso largo y laborioso.

En cualquier caso yo seguí estudiando con mi capacidad y a mi ritmo y poco a poco encontré espacios en los que el dolor se suavizaba, en los que yo me encontraba más suelta. Con el tiempo se hizo más claro que había momentos en los que me encontraba completamente libre de dolor, a veces por unos minutos, a veces por unas horas. Aunque luego volvía y me hacía perder la esperanza en recuperarme (justo cuando estaba mejorando de verdad).

En este punto quiero enfatizar lo tonto que fue añadir ese sufrimiento innecesario a mi recuperación.

Por aquel entonces no lo vivía como un proceso formado por altibajos. Estaba tan identificada con cada uno de los estados que atravesaba que vivía como en una montaña rusa. Cuando me dolía me sentía abatida y cuando desaparecía el dolor me animaba y recuperaba la ilusión. Pensaba que un día mi problema se solucionaría con una especie de  “clic”. Y lo esperaba con ansia.

Fue todo un aprendizaje relajarme en el proceso y aceptar esa montaña rusa de dolor y alivio tal y como venía.

Y bueno, en medio de eso yo seguía trabajando.

Pasado un tiempo lo que había aprendido se iba consolidando y la correcta coordinación ya no me resultaba tan extraña (curiosamente lo natural puede resultar extraño y lo incorrecto puede resultar natural; lo que M. Alexander llama “la percepción sensorial errónea”; de lo cual quiero escribir en otra ocasión).

Así fue como me di cuenta de que la escala de do que mi profesora me había enseñado, aunque estaba lejos aún de salirme perfectamente, tenía efectos terapéuticos:

Recuerdo un día en que, después de haber pasado dos semanas con un dolor y tensión continuas que cobraban intensidad de nuevo, tenía una clase de piano con mi profesora. Además era una clase por videoconferencia. Me senté ante el piano y con el ordenador delante le explique cómo me sentía: que había estado tocando, estudiando, y tratando de desembarazarme del dolor de diversas maneras, también con relajación, ejercicios, pero sin éxito.  Ella me fue guiando una vez más por esos movimientos de la escala y yo me dejaba guiar. Y al final de la clase ya no sentía ningún dolor.

Y ese fue el día que me di cuenta de los efectos terapéuticos de los movimientos de la escala de do. De que el movimiento correcto y coordinado tiene ese efecto. Cada vez que volvía el dolor yo entraba como en un círculo vicioso. Eran el conjunto de todos los hábitos que me habían conducido a la lesión tirando de mí otra vez: tensión, dolor, bloqueo, falta de espacio para pensar y para moverme, etc. Pero practicar la escala era la manera de salir de ese círculo.

Desde entonces cada vez que volvía el dolor era más fácil para mí salir del círculo, y cada vez era más duradero. Y llegó el día en que no recordaba cuando fue la última vez que me dolió. Y así me curé.

¡Para que luego digan que estudiar escalas no aporta beneficios!

Foto de portada: Hillary Boles
lesión en el piano

La respuesta emocional ante una lesión

Cuando un músico experimenta una lesión asociada a su instrumento los efectos a los que se enfrenta no son solo físicos sino también psicológicos y emocionales.

Dependiendo del grado de la lesión puede tratarse de un problema pasajero, o algo mucho más serio que, de no tratarse puede llegar a evolucionar hasta un punto de daño permanente.

Lo cierto es que en un grado u otro, una lesión obliga al músico a enfrentarse a una situación más o menos traumática y a afrontar una serie de pérdidas entre las que podría definir todo lo siguiente:

  • Pérdidas relacionadas con la destreza y habilidad físicas, coordinación y control del movimiento. Si la lesión es severa puede darse la pérdida de la libertad para valerse por sí mismo.
  • Con la pérdida de control físico en el instrumento se pierde así mismo la capacidad de expresarse a través de la música (lo cual es esencial para un músico).
  • Baja productividad, creatividad e interés. Se pierde la pasión por la música que es reemplazada por estados negativos.
  • También se dan pérdidas emocionales relacionadas con la propia valía o autoestima por la falta de confianza en las propias capacidades.
  • Se pierde el sentido de identidad como músico.
  • Además, se suma en muchos casos el hecho de tener que convivir con el dolor.
  • También se convive con sentimientos de culpa y vergüenza y la sensación de no ser comprendido por el entorno. Si el músico se ve obligado a dejar de trabajar el aislamiento social puede acrecentarse.
  • Y todo esto se agrava con la ansiedad que se experimenta acerca del futuro y las consecuencias de la lesión en la vida de cada uno.

El camino hacia la aceptación

Aceptar la situación puede suponer un proceso largo para muchos. Pero sin cierto grado de aceptación es difícil avanzar hacia la recuperación.

El proceso de recuperación puede pasar por dejar de tocar durante un tiempo para facilitar la sanación de los tejidos, seguir una medicación y rehabilitación o hacer una reeducación en el instrumento. En raras ocasiones la cirugía resulta efectiva.

La aceptación de la pérdida es similar a la de cualquier duelo y se pasa por las 5 fases nombradas por la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.

Debe quedar claro que no son fases lineales, son respuestas emocionales que se pueden dar en minutos o prolongar su duración en el tiempo. También pueden darse varias a la vez o en un orden diferente. Pueden reaparecer una y otra vez mientras dure el proceso. Y no hay porque pasarlas todas. Cada persona lo experimenta de un modo diferente dependiendo de su personalidad y de la severidad de la lesión.

Negación

El músico ignora los síntomas y niega que tiene un problema hasta que éste se vuelve más grave. Sigue tocando pensando que ya se le pasará, le quita importancia o incluso se dice a si mismo que sin dolor no hay recompensa y que en el fondo es algo positivo. Trata de seguir con su vida como si nada sucediera. Ni siquiera es consciente de estar en negación. En esta fase no acepta ayuda ni consejo.

La negación se da más hacia el principio del proceso. La persona no presta debida atención al problema porque no está preparada para procesar la perdida. Así que gracias a la negación se produce una falsa sensación de seguridad a modo de defensa, en espera de que la persona reúna la capacidad de mirar el problema de frente.

La negación no se da cuando es por desconocimiento. No es negación en el caso de alguien que no sabe que existen este tipo de lesiones y en un principio no busca ayuda, pero que de haberlo sabido no habría actuado del mismo modo. Pero sí es negación en el caso de alguien que, conociendo este tipo de problemas, no busca el tratamiento adecuado.

Por ejemplo, si el músico sabe que su problema está causado por una mala técnica y aun así piensa que lo único que necesita para estar bien es calentar más y hacer estiramientos en lugar de una reeducación de los movimientos, esto es una forma de negación.

Se cae en la negación por miedo a perder lo que se tiene. Puede ser desde la seguridad de un trabajo hasta el sentido de identidad de aquel que como músico conoce bien su oficio y piensa que nunca le pasaría algo así.

Ira

El músico se pregunta, ¿por qué me pasa esto?, ¿por qué yo?, ¿quién tiene la culpa? Y puede proyectar su enfado hacia sí mismo, hacia su profesor, hacia sus compañeros, hacia algún defecto de su instrumento, etc. Cualquier persona o circunstancia que se perciba como obstáculo puede ser el blanco para proyectar el problema lejos de su verdadero lugar (por ejemplo, la tensión del brazo es por culpa de los vecinos por no haberme dejado tocar a gusto).

El músico siente que no merece lo que le pasa y que su enfado está justificado. Piensa en lo mucho que ha trabajado y se ha sacrificado para finalmente llegar a esto. También puede sentir rabia, envidia y resentimiento hacia aquellos que tocan y les va bien. La ira no tiene por qué ser lógica. Se puede proyectar enfado y agresividad incluso (especialmente) hacia personas que le ofrecen su ayuda o consejo solo porque hacen el problema más real de lo que es capaz de manejar. Así que en esta fase la ayuda tampoco es bienvenida.

No hay nada malo en tener estas emociones. Las respuestas emocionales no definen a la persona. Por eso no hay que tener miedo de experimentarlas siempre y cuando no se actué en base a ellas. Experimentar el enfado y la rabia forma parte del camino que lleva a la aceptación y lo peor sería reprimirlos.

Se debe evitar especialmente descargar esta negatividad sobre uno mismo. Por ejemplo, esa misma rabia y frustración puede empujar al músico a seguir estudiando sin cuidado y hacer que se lesione aún más.

Desesperación y negociación.

En esta fase el músico es más capaz de percibir la situación a la que se enfrenta, pero todavía no puede aceptar las consecuencias de dicha situación en su vida. Así que intentará cambiar sus circunstancias con todos los medios a su alcance para no tener que afrontar esas consecuencias.

El miedo aparece en juego. Se desea desesperadamente regresar al estado anterior y la persona negocia consigo misma o con otras figuras de autoridad la mejor manera de conseguirlo. Puede que acuda a distintos médicos, fisioterapeutas, masajistas, acupuntores, nutricionistas, etc. buscando algún tipo de cura milagrosa, tal vez porque recuerdan o idealizan la historia de alguien a quien si le ha funcionado una de estas terapias.

Cuando la lesión es causada por un mal uso del cuerpo al tocar, estas terapias pueden proporcionar cierto alivio de los síntomas, pero a la larga solo extienden la duración del problema (a veces por años) al no solucionarlo en su origen. Algunas personas en su búsqueda de una solución rápida se someten a procedimientos más invasivos como la cirugía que podrían ser evitados.

También, de forma paralela es posible que el músico se someta a un estricto plan de estudios sobre técnica, ejercicios, relajación, etc. con la finalidad de corregir el problema por sí mismo sin darse cuenta de que de éste modo se adentra más en él.

Depresión

El músico siente el vacío de la perdida. Todas las horas y esfuerzos dedicados durante años para dominar el instrumento parecen haberse perdido. El tiempo que antes se dedicaba al estudio ahora está desocupado. Se siente un profundo vacío. Especialmente cuando la lesión es de larga duración.

Si el músico ha seguido tocando y el nivel de las actuaciones ha bajado, o directamente ya no puede desempeñar más su actividad, esto puede afectar aún más negativamente a su autoestima y provocar una mayor caída. Se pregunta en medio de esa pérdida de identidad si aún puede ser considerado músico o si tiene talento.

En este punto algunos renuncian a recuperarse y dejan el instrumento. Puede que decidan explorar alguna otra actividad relacionada con la música (componer, dirigir, tocar otro instrumento, etc.).

El músico que no desea abandonar puede, sin embargo, sentir miedo de no recuperarse nunca o de lesionarse de nuevo en cada intento de volver a tocar. Quizá sienta que no hay esperanza o que el suyo es un caso perdido.

Influenciado por esta emoción cuando el músico piensa en la posibilidad de recuperarse, tal vez porque conoce a algún profesor especializado que le puede ayudar, se ve todo el proceso muy complicado y difícil y todo son trabas.

Aceptación

La fase de aceptación se da más y con más estabilidad hacia el final del proceso del duelo. El músico entiende su situación de manera más objetiva y está preparado para hacer lo necesario para facilitar la recuperación.

Se acepta que la mejor manera de salir adelante es el compromiso con un tratamiento, ejercicios o un proceso de reeducación. El músico se hace cargo de su situación y participa de forma activa en la recuperación.

Sin embargo quiero puntualizar que la verdadera aceptación no significa que tras entender la situación se trabaje en la recuperación ansiando reconquistar el bienestar perdido. La verdadera aceptación significa que tras entender la situación se trabaja en la recuperación pero sintiéndose bien con uno mismo pase lo que pase. En otras palabras, no se trata de poner la esperanza en el futuro sino el buen ánimo en el presente.

Pasar por cada etapa con consciencia

El tiempo no lo cura todo, eso es lo que se dice, pero no es del todo cierto. Es lo que hacemos durante ese tiempo lo que nos hace avanzar, seamos conscientes o no.

Por eso en el duelo es importante poder reconocer las emociones que se van atravesando ya que ello permite vivir cada etapa con mayor consciencia facilitando que el proceso fluya.

El duelo tiene un propósito que es el de sanar. Atravesar estas etapas es psicológicamente y emocionalmente sanador. Muchos problemas en la vida vienen creados por duelos no resueltos. Por eso si nos atrevemos a andar este camino con consciencia y sin miedo a sentir nuestras emociones negativas, el proceso sigue siendo duro, pero nos brinda la oportunidad de recuperar el equilibrio y crecer.

Reencuadar la experiencia

Experimentar una lesión asociada al instrumento es muy parecido a estar perdido en un laberinto en el que por más que buscas la salida solo consigues adentrarte más.

Ahora bien, aunque uno se sienta perdido es importante recordar(se) que nada está perdido. Ningún final está escrito. Éxito y fracaso son etiquetas mentales que damos a los acontecimientos y que dependen de nuestras interpretaciones personales. “Los hechos no son buenos o malos en sí mismos, sino que hay que esperar a ver como estos afectan a nuestro devenir”, dice una antigua fabula titulada “Cuento del caballo perdido del anciano sabio” que recomiendo escuchar o leer para reflexionar sobre esto.

Entonces en lugar de abatirse o dejarse llevar por lamentaciones cabe preguntarse a uno mismo con honestidad qué factores le han conducido a esta situación, qué se puede aprender de la experiencia, y qué medidas se pueden tomar para salir de la situación.

De este modo la propia experiencia te ayuda a encontrar las herramientas (tanto internas como externas) que necesitas para superarla.

En mi caso yo sufrí una lesión durante nueve años con la que perdí prácticamente la capacidad de tocar quedando a un examen de acabar la carrera. En su momento lo pase mal y me sentí muy perdida, pero tras una larga búsqueda encontré todas las respuestas que necesitaba y tras pasar por una reeducación estudiando el Enfoque Taubman a día de hoy estoy totalmente recuperada. El piano vuelve a ser el centro de mi vida y lo disfruto y valoro más que nunca. (Puedes leer más sobre mi experiencia aquí.)

En el camino he ganado algunos grados en paciencia, perseverancia y compromiso. Y lo más importante, también he ganado un conocimiento y comprensión del piano que antes no tenía y que la enseñanza tradicional no aporta. Y es gracias a esta experiencia que puedo afirmar que tocar bien el piano no es solo una cuestión de talento sino también de conocimiento y sin duda está al alcance de todos.

(Todo mi ánimo y reconocimiento para los músicos que al momento de leer esto estén atravesando circunstancias difíciles debido a una lesión.)

Bibliografia:

Kübler-Ross, E. (2014). «On Grief and Grieving: Finding the Meaning of Grief Through the Five Stages of Loss». Simon & Schuster Ltd; (August 14, 2014).

Mark, T. (2004). “What Every Pianist Needs To Know About The Body”. (A manual for players of keyboard instruments: piano, organ, digital keyboard, harpsichord, clavichord). Chicago, GIA Publications.

Pascarelli, E., Quilter D. (1994). «Repetitive Strain Injury: A Compter User’s Guide». Wiley (February 15, 1994).