Sobre el aprendizaje

Un nuevo paradigma en la enseñanza de piano: enseñar “by rote”

Introducción

El término ingles “by rote” significa aprender algo por pura repetición, mecánicamente, sin reparar en su significado. Repetir como un loro, vamos. Esta traducción no apunta a lo que realmente significa enseñar “by rote” en la pedagogía de piano.

Enseñar “by rote” significa aprender una pieza por imitación de sonido y movimiento, en lugar de aprenderla leyendo la partitura. Pero este aprendizaje va mucho más allá que el hecho de copiar unos gestos del profesor. Es un trabajo de exploración de los elementos que contiene la partitura. El alumno va entendiendo e incorporando los elementos rítmicos, melódicos y tonales que conforman la pieza al mismo tiempo que aprende a tocarla. A partir de ahí es capaz de añadir elementos, improvisar, transponer, o componer otra pieza basándose en lo aprendido.

Por eso, de repetición mecánica no tiene nada. Muy al contrario, de este modo se logra entender mejor la música y todo lo que hay detrás, y de manera más efectiva, que cuando se aprende leyendo la partitura.

Leer o hacer música

En la enseñanza tradicional los métodos para piano ponen el énfasis en la lectura antes que en todo lo demás. En la enseñanza “by rote” se pone el énfasis en tocar primero.

Y es una forma de proceder tan natural en el aprendizaje como puede ser para un niño aprender a hablar antes que leer y escribir.

Como la pianista y pedagoga Frances Clark, precursora de este método, decía: “el sonido va antes que el símbolo”.

Piezas más interesantes

Hace poco una compañera de otro blog para piano (en francés) afirmaba con resignación que las piezas escritas para principiantes están lejos de ser interesantes.

Cuando un alumno llega a clase por primera vez, ya ha estado expuesto a una gran variedad de música durante toda su vida. Este alumno puede comprender y tocar música más compleja de la que es capaz de leer. Por eso los métodos que usan posiciones de cinco notas o el Do central restringen su capacidad de hacer música.

¡Pero no tiene por qué ser así!

Invito a ver este video como ejemplo. Todas las piezas que muestra están concebidas para ser ser enseñadas “by rote”. Son piezas más atractivas que las de otros métodos más tradicionales. Abarcan todo el instrumento, no únicamente los registros medios. Incluyen contrastes dinámicos, texturas diferentes, pedal y sonoridades muy interesantes:

Para poner en práctica este tipo de enseñanza es imprescindible tener un repertorio de piezas aptas para ser enseñadas “by rote” ya que no todas las piezas son apropiadas para este fin. Intentar enseñar de este modo una pieza que no es adecuada y cumple ciertos criterios puede acabar en desastre y mucha frustración.

¿Y cómo son las piezas que se pueden aprender “by rote”?

Las piezas escritas para ser enseñadas “by rote” están basadas en patrones de teclas y notas musicales fáciles de recordar sin conocimientos de teoría.

Esto es un ejemplo de una pieza que puede ser enseñada “by rote” basada en patrones de teclas blancas y negras:


patrón “by rote”

La pieza del video está basada en este patrón de teclas blancas y negras.

Y esto es un ejemplo extremo de una pieza para principiantes que no se puede entender sin conocimientos de teoría, debido a la variedad de los movimientos de sus voces, y que por tanto se aprende a tocar leyendo:

Czerny Op. 599 No. 1

C. Czerny Op. 599 No. 1

Enseñar piano “by rote”

Los tres pilares fundamentales de la enseñanza del piano son: la lectura, la técnica y el desarrollo artístico y musical. ¿Cuáles son las aportaciones que este tipo de enseñanza “by rote” ofrece en relación a cada uno de estos pilares?

Las nociones musicales y artísticas se enseñan mejor por imitación directa que aprendiéndolas a través de una partitura. Esto es debido a que la música es un arte de expresión sonora, y por tanto transciende la notación.

Enseñar desde la imitación también facilita la transmisión y asimilación de la técnica. Los gestos, el buen alineamiento, el equilibrio del brazo, la buena orientación en el teclado, etc. se aprenden mejor cuando la lectura de la partitura no es una distracción de por medio.

Ya hemos visto que las piezas que pueden ser enseñadas “by rote” tienen sonoridades interesantes y complejas. Por ello ofrecen muchas posibilidades técnicas y musicales de explorar el instrumento desde sus primeros contactos aportando una educación muy completa.

Pero además, son piezas relativamente fáciles de transportar a otras tonalidades, lo cual abre una importante vía de exploración. En este video un alumno toca una misma pieza en 5 tonalidades diferentes:

El alumno puede incluso usar los patrones aprendidos para improvisar o para componer piezas propias. En este video una alumna ha compuesto una pieza propia basada en patrones de quintas, pentacordios y acordes:

Sobre la lectura

Las piezas que se enseñan “by rote” están escritas de manera que resultan más sencillas de tocar que de leer para el estudiante que las aprende. No se leen nota a nota, sino reconociendo patrones de notas en la partitura. Este modo de proceder desemboca de manera muy natural en el método interválico de lectura (de lo que hablaré en otro artículo) que ha revolucionado la enseñanza de la lectura musical desde su aparición.

Por tanto la enseñanza “by rote” debe ser complementada al mismo tiempo con una buena adquisición de habilidades de lectura musical, preferiblemente siguiendo un método de lectura interválico.

Así pues, en la enseñanza “by rote”, tocar el piano y leer una partitura son dos habilidades totalmente distintas que finalmente se encuentran.

Si el profesor no está convencido de hacer un cambio tan grande en su manera de enseñar y desea seguir usando métodos con piezas tradicionales en sus clases, resulta muy enriquecedor complementarlo con métodos de enseñanza “by rote” o piezas sueltas.

Enseñar “by rote” de manera incorrecta

Un profesor que utilice esta forma de enseñar “by rote” sin conocer toda esta información aquí mostrada puede no estar haciéndolo correctamente o de la mejor manera para el alumno.

Posiblemente la mayoría de profesores hemos tenido la experiencia de trabajar con un alumno que, viniendo de otro profesor, mostraba muy pocas habilidades en lectura y supimos que había sido enseñado de este modo (aprendiendo por imitación y sin leer).

Entonces surge la pregunta ¿es la mala lectura un resultado directo de enseñar “by rote”?

No, no lo es. La mala lectura es el resultado de una mala gestión de la enseñanza donde la habilidad de lectura no ha sido bien enfocada.

No debemos asumir que solo hay dos maneras diferentes de enseñar: enseñar solo con partitura o solo “by rote”. Toda enseñanza “by rote” se debe combinar con un método de lectura de notas adecuado al alumno.

La enseñanza “by rote” no es apropiada para estudiantes avanzados, para los que es más fácil simplemente leer la partitura. Está orientada a los alumnos principiantes en sus dos o tres primeros años de aprendizaje de piano.

Como ya he dicho, no se puede usar cualquier pieza. Intentar enseñar “by rote” una pieza que no está escrita usando patrones musicales puede ser una tarea muy difícil y frustrante para el alumno y el profesor.

La enseñanza “by rote” tampoco es aprender una partitura sin entenderla, tan solo memorizando los patrones y posiciones.

Por ejemplo, en este video se muestran dos piezas para enseñar en una fiesta, en 5 minutos, a cualquier persona sin conocimientos de música:

En ese contexto no hay ninguna pretensión de lograr un aprendizaje significativo, sino tan solo pasar un rato de diversión.

Pero si estas mismas piezas se utilizan en una clase de piano, lo ideal es llevar a cabo un trabajo de exploración y comprensión de sus diferentes elementos al tiempo que se aprenden.

Los beneficios

Cuando la enseñanza “by rote” se emplea en la fase correcta del aprendizaje del alumno y con un propósito claro, es muy enriquecedora y aporta muchos beneficios.

Eso son 10 importantes beneficios de la enseñanza “by rote”:

  1. Aumenta la motivación: los alumnos tocan piezas interesantes desde el primer día sin tener que esperar a adquirir otros conocimientos.
  2. Mejora la concentración: las piezas que se enseñan “by rote” suelen ser piezas más largas que las piezas tradicionales. El alumno desarrolla la concentración al tocar manteniendo el ritmo y la atención puesta en la música de principio a fin.
  3. Se gana en confianza: se construye un amplio repertorio desde el primer día que queda bien memorizado. El alumno se siente más preparado para tocar si se lo piden.
  4. Hay un mayor conocimiento del teclado: al tocar muchas piezas con teclas negras o combinaciones de teclas blancas y negras los alumnos están muy familiarizados con el relieve del teclado.
  5. Mejora el reconocimiento de patrones: los alumnos aprenden a reconocer patrones y dibujos de notas e intervalos, además de la estructura de la pieza. Muy útil también para la memorización.
  6. Mejora el sentido del ritmo: los alumnos que no tienen que leer la partitura para tocar se pueden concentrar mejor en el ritmo. Tienen más disponibilidad para sentir el pulso a lo largo de la pieza.
  7. Mejora la técnica: cuando introducimos un nuevo concepto de la técnica, al alumno le resulta más fácil concentrarse en sus gestos y en los movimientos de sus dedos, manos, etc. cuando leer la partitura no es una distracción.
  8. Mejora la lectura: en un principio puede resultar paradójico que el aprendizaje “by rote” pueda ayudar a los alumnos a leer mejor pero así es. Cuando el alumno está habituado a tocar diferentes patrones, giros melódicos, acompañamientos, etc. a la hora de leer una nueva partitura ya tiene la técnica y los patrones en sus manos, de modo que no tiene que pensar en todo a la vez y puede concentrarse en leer.
  9. Desarrolla el hacer artístico: los alumnos aprenden a pensar en frases, en el lenguaje de la música, y a dar sentido a lo que tocan.
  10. Desarrolla la creatividad: la motivación para explorar la música está muy ligado a la enseñanza ‘by rote”. Los alumnos tienen a su disposición una variedad de patrones para crear música por sí mismos. Suelen llegar a clase diciendo haber encontrado nuevas maneras de tocar sus piezas. Pasado un tiempo se ve una explosión de creatividad, ya que esos patrones les permiten hacer música más compleja y bella. Aquellos que aprenden leyendo la partitura raramente componen o improvisan. No sienten que este tipo de experimentación sea una posibilidad.

Hoy me he centrado en explicar las características más importantes de la enseñanza “by rote” y sus beneficios.

En próximos artículos hablaré sobre cómo encontrar piezas que puedan ser enseñadas “by rote” y sobre los libros y métodos para piano que siguen este enfoque.

Referencias:

Knerr J., Fisher K. (2017). “Rote is not a four-letter word: The role of rote teaching in the development of reading, technique and artistry”. The Curious Piano Teachers’ webinar. 2/05/2017.

malos hábitos en el piano

Cómo cambiar malos hábitos

Una práctica consciente es la mejor herramienta para prevenir la aparición de malos hábitos en el piano.

Dicho esto, es muy común que a lo largo de la trayectoria de aprendizaje de cada persona se formen malos hábitos de vez en cuando. Los hábitos son parte de nuestra naturaleza y es imposible tenerlo todo siempre bajo control.

Por eso me gustaría exponer el método que yo enseño a mis alumnos y que yo misma utilizo para cambiar malos hábitos.

Buenos hábitos y malos hábitos

¿Por qué funcionamos con hábitos?

El cerebro es de naturaleza perezosa y forma hábitos en cuanto puede para así funcionar en modo automático. Esto nos permite no tener que pensar y poder atender otros procesos (liberando parte de nuestros recursos mentales para poder usarlos en otra tarea) y así poder trabajar con más eficiencia.

Esto es fantástico ya que nos permite construir tarea sobre tarea de forma escalonada para poder prestar atención a aspectos de la práctica cada vez más refinados y complejos. Por ejemplo: una vez aprendidas las notas de una nueva partitura podemos concentrarnos con más claridad en la articulación y el fraseo.

Los hábitos tienen un lado oscuro y es que en ocasiones un hábito ya formado puede no estar beneficiándonos, por lo que nosotros mismos estamos jugando en nuestra contra. Estamos haciendo un mal uso de nuestros recursos. Por ejemplo: al adoptar una mala postura para tocar de manera habitual que nos impida movernos con libertad.

¿Cómo se forman los malos hábitos?

Todos sabemos lo que es tener malos hábitos. Evidentemente no los hemos escogido de manera consciente y sin embargo de algún modo han llegado a integrarse en nuestro modo de funcionar.

Los hábitos son comportamientos adquiridos que se forman por repetición. Esto es así tanto para los buenos hábitos como para los malos.

Un mal hábito en el piano se forma cuando reaccionamos sin querer a ciertos estímulos que se repiten. Normalmente no nos damos cuenta porque tenemos nuestra atención puesta en otra cosa (y es que tocar el piano es una actividad muy compleja).

Ocasionalmente, un solo evento basta para crear un hábito de forma permanente si coincide con una vivencia lo bastante profunda o emotiva. Por ejemplo: se puede crear un mal hábito como una fobia a tocar en público tras una sola mala experiencia; también se puede crear un buen hábito debido a un único momento de revelación en clase tras comprehender algo muy importante.

El ciclo del hábito

No está de más conocer la estructura de un hábito. Cada hábito tiene tres partes: disparador, rutina y recompensa (Duhigg, 2011).

  • Disparador: cualquier elemento que active su inicio. El cerebro anticipa la recompensa y se prepara para entrar en funcionamiento automático.
  • Rutina: comportamiento automático por el que se reconoce el hábito.
  • Recompensa: la razón (conocida o no) por la que el cerebro decide que este ciclo hay que repetirlo en el futuro.

ciclo del hábitoEl ciclo tiene una inercia propia. Una vez que has entrado resulta muy difícil interrumpirlo a menos que suceda algo excepcional que lo altere (externa o internamente).

En muchos casos tanto el disparador como la recompensa son difíciles de identificar ya que no son tan obvios como podríamos imaginar. A veces hay que indagar para poder descubrirlos.

Los hábitos no se pueden cambiar

Así es, los hábitos no se pueden cambiar… siento no haberlo dicho antes. Pero no te preocupes porque el propósito de este artículo sigue en pie.

Hablar de cambiar un hábito es una imprecisión del lenguaje, todos sabemos a qué nos referimos, pero la realidad no queda bien reflejada: los hábitos, una vez formados, son permanentes.

Querer cambiar un hábito solo puede generar frustración.

Los hábitos no se cambian, se sustituyen (o se cambian unos por otros, eso sí).

surco de los malos hábitosImagina que lanzas una bola desde la cima de una montaña nevada y a su paso deja un surco. Vuelves a lanzar otra bola desde el mismo sitio y el surco se ahonda más. Sigues lanzando bolas y haciendo el surco cada vez más profundo. Se hace evidente que pretender lanzar una bola y que ésta dibuje otro camino saliéndose del surco es una tarea imposible. Lo más sencillo para crear un nuevo camino seria lanzar la bola desde un lugar distinto.

Los viejos hábitos nunca mueren. Sin embargo podemos hacer que se debiliten hasta sacarlos de nuestra rutina diaria, tal vez para siempre.

Para continuar con la metáfora, si dejamos de lanzar la bola por el mismo sitio con el tiempo el surco se suavizara más y más, pero difícilmente llegara a borrarse completamente. Estos hábitos quedan olvidados pero latentes.

Por suerte, si lo sustituimos por otro más beneficioso y nos aseguramos de formar surcos bien profundos, no hay razón para que regrese.

Aunque esta labor lleva su tiempo, no sucede de la noche a la mañana.

Nuestro cerebro es de plastilina

Gracias a los avances de los últimos años en neurociencia hemos ampliado nuestra comprensión del cerebro con conceptos tan interesantes como la neuroplasticidad.

La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro de cambiarse a sí mismo. Nuestro cerebro puede cambiar su propia estructura y funcionamiento por medio del pensamiento y la conducta (Doidge, 2007).

Este descubrimiento otorga al cerebro un potencial de adaptación extraordinario.

Cualquier pensamiento, emoción o conducta puede tener dos impactos distintos en el cerebro: o bien ahonda las vías neuronales (refuerza hábitos), o bien crea otras nuevas (establece nuevos hábitos). En ambos casos se está modificando la estructura y funcionamiento del cerebro gracias a la neuroplasticidad.

Así que, como va a suceder de todas formas, mejor vamos a responsabilizarnos nosotros en la medida de lo posible: tengamos nuestro propio cerebro DIY (hágalo usted mismo).

Podemos formar nuevos hábitos a cualquier edad

Mis alumnos más mayores a veces dudan de sí mismos y de su capacidad. Esto es muy frustrante para mí porque yo confió plenamente en su potencial de aprendizaje pero ellos se ponen un tope.

mapa-cerebro¿Entonces cuál es el tope? ¿Puede un perro viejo aprender nuevos trucos? Para empezar, este dicho no tiene ningún valor. Quienes estudian el cerebro saben que podemos formar nuevos hábitos a cualquier edad.

Hace años se pensaba que el cerebro era estático e inalterable. Se creía que nuestros genes condicionaban nuestra inteligencia. También se pensaba que nacíamos con un determinado número de neuronas y que estas se iban perdiendo con el paso del tiempo.

Estábamos totalmente equivocados. Ahora sabemos que el cerebro es un sistema dinámico, que los genes son importantes pero no decisivos, y que gracias a la neurogénesis se pueden generar nuevas neuronas hasta el último día de vida.

Es más, según la neuroplasticidad el cerebro está diseñado para mejorar con el uso (Gelb, Howell, 2011), (Restak, 2002).

Así que dejemos de lado las creencias limitantes y disfrutemos de nuestras capacidades.

Para ello nada mejor que cambiar un hábito consciente y deliberadamente.

El procedimiento para cambiar un hábito

Este es el paso a paso a seguir:

  1. Poner atención presente
  2. Recibir el mal hábito cuando aparezca sin resistencia.
  3. Reencuadrar el mal hábito (usarlo como recordatorio para enfocarnos en lo que queremos).
  4. Enfocarnos conscientemente en el nuevo hábito.
  5. Repetir cada vez que aparezca el mal habito

Creo que es un procedimiento sencillo y fácil de recordar que nos brinda un enorme potencial de cambio.

Ahora vamos a ver qué necesitamos para llevarlo a cabo, y los obstáculos que nos podemos encontrar.

Atención presente

Una vez establecida la decisión de cambiar un hábito lo primero que necesitamos es cultivar una actitud de atención presente, también llamada mindfulness. La atención presente nos permite ser conscientes tanto de lo que ocurre a nuestro alrededor como de lo que ocurre en nuestro interior.

Esto es un requisito para poder trabajar con hábitos ya adquiridos. El hábito se forma para poder funcionar en modo automático, o sea, sin nuestra supervisión consciente. Por eso necesitamos la atención presente para hacerlo visible de nuevo, para traer el hábito desde la parte inconsciente a la parte consciente de la mente donde podemos trabajar con él.

Aceptar la reacción emocional

Al cultivar la atención presente sobre lo que pasa en nuestro interior no siempre vamos a encontrar cosas que nos gusten. Por eso es bueno acompañarlo de altas dosis de tolerancia y amabilidad hacia nosotros mismos. El humor también es bienvenido.

Voy a usar un mismo ejemplo para explicar todo el proceso. Vamos a ver qué pasaría con el hábito de canturrear al más puro estilo Glenn Gould.

Imaginemos que de la noche a la mañana te encuentras con que tienes, cada vez más, una tendencia a canturrear mientras estudias o cuando tocas y que no puedes controlar ya que aparece por sorpresa cuando estas más metido en la música (si, a mí me ha pasado).

Vamos a echar un vistazo a lo que sucede en nuestro interior:

Estás tocando, practicando el comienzo de tu sonata (con atención presente) y de pronto, naaa-nana-naaa… Te sientes irritado porque ya estás de nuevo canturreando, tal y como ha venido pasando últimamente. Te dices a ti mismo -no, esto no lo quiero hacer- y sigues. Al poco otra vez, nannaaaaana, -¡que molesto!, venga, mutis por el foro- y sigues un rato más, pero llegas al crescendo que hay más abajo y nananaaaaAAA… pero… ¿otra vez?

Si, así de frustrante puede ser.

Frustrante, irritante, molesto…

Desmoralizante incluso.

Pero gracias a la atención presente podemos darnos cuenta de que lo que estamos haciendo realmente se parece mucho a darse cabezazos contra un muro.

También es interesante darse cuenta de las reacciones emocionales que tenemos hacia nuestros malos hábitos porque con ellas estamos alimentando el hábito haciéndolo más real, dándole más importancia de algún modo.

No son ni más ni menos que resistencias.

Cuando luchas por cambiar un hábito este se hace más persistente.

A lo que te resistes, persiste.

decía el psiquiatra suizo Carl Jung.

El mal hábito no nos gusta y por eso experimentamos rechazo o fastidio. Es natural, si sintiéramos indiferencia a lo mejor no querríamos cambiarlo.

Pero, ¿cómo cambiar un hábito sin luchar con nosotros mismos?

La respuesta es tan sencilla como desafiante: aceptándolo.

No podemos cambiar nada a menos que lo aceptemos.

(También de Carl Jung).

Aceptar un hábito que no te gusta no significa que vayas a sentir indiferencia ante él. Al aceptarlo lo único que sucede es que a pesar de que no te gusta lo aceptas, simple y llanamente. No hay que tener miedo a aceptar nuestros aspectos negativos ya que con ello no cambia nuestra objetividad sino tan solo nuestra reacción emocional.

Hay que aprender a aceptarlo por el simple hecho de que ya está pasando. Y hacerlo cada vez que aparece, una y otra vez.

Recibirlo con los brazos abiertos, sin resistencias.

Requiere esfuerzo mental, pero no lucha.

En mi experiencia he podido comprobar que tan solo efectuando este paso el hábito se presenta con menos frecuencia.

Si tienes problemas aceptando o no sabes qué clase de gesto interior debes realizar, simplemente inspira hacia adentro lo que sea que estas sintiendo o pensando (esto ayuda a darle espacio en tu experiencia) y al expirar déjalo ir y relájate.

Reencuadrar el hábito

Ahora tenemos que encontrar un buen hábito que sustituya al antiguo.

Es importante aquí prestar atención a las causas y hacer un poco de indagación. Si no lo ves claro pide consejo a tu profesor o a alguien en quien confíes.

Volviendo al ejemplo del canturreo, es posible que se deba a que estamos escuchando la música en nuestra cabeza y tratando de ser expresivos sin llegar a exteriorizarlo en sonido. Así que un buen habito para sustituir al antiguo seria escucharse más a uno mismo al tocar.

Por cierto, ésta es una de las habilidades más difíciles de adquirir incluso para los pianistas más avanzados, así que nunca está de más cultivar este hábito.

Cada vez que surja el mal hábito en nuestro campo de atención presente, le damos la bienvenida y suavemente nos enfocamos en el buen hábito que queremos que lo sustituya.

De este modo convertimos el mal hábito en el disparador del buen hábito, ¿no es divertido?

El mal hábito entonces pasa a ser un recordatorio, una oportunidad de crecimiento. Esto a su vez ayuda a experimentarlo sin rechazo.

Secuencia incorrecta:

Mal hábito → reacción emocional negativa → pensamiento tipo: “otra vez canturreando, esto no es lo que quiero”.

Secuencia correcta:

Mal hábito → no resistencia o aceptación → pensamiento tipo: “vale, estoy canturreando otra vez… pero lo que yo quiero realmente es escucharme más al tocar”.

Vamos a recordar otra vez los pasos a seguir:

  1. Poner atención presente
  2. Recibir el mal hábito con aceptación.
  3. Reencuadrar el mal hábito (usarlo como disparador del buen hábito).
  4. Enfocarnos conscientemente en el nuevo hábito.
  5. Repetir cada vez que aparezca el mal habito

Y veamos cómo se aplica a nuestro ejemplo del canturreo:

Así que estoy de nuevo estudiando la sonata. Manos separadas… ahora juntas, y de pronto… nanaaa-nanananaaaaa… anda, mira que bien, voy a practicar escuchándome más. Sigues practicando y al poco vuelve por la puerta de atrás: naaanana-naaaaa… aquí está de nuevo (lo respiro) me concentro en el sonido del piano y sigo, etc.

Nadar contracorriente

Puede parecer muy simple efectuar estos pasos, pero en la práctica no lo es tanto. Lo simple es seguir la inercia del hábito y no hacerlos.

Salmon_fish_swimming_upstreamYa hemos visto que el hábito nos libera de tener que pensar. Así que para poder “cambiarlo” hay que nadar a contracorriente. Hay que pensar en el momento en que menos nos apetece porque tendemos a caer en a la gratificación instantánea de la consecución del hábito.

Esto también es resistencia al cambio y sucede porque estas saliendo de tu zona de confort.

En este punto hay dos elementos que nos pueden facilitar mucho las cosas:

  • Por un lado aceptar toda sensación de resistencia, como hemos visto antes.
  • Por otro lado tener la motivación necesaria para seguir adelante.

Este último punto está relacionado con la recompensa que obtenemos por nuestros esfuerzos.

En mi caso, me gusta tanto el piano que el hecho de deshacerme de un hábito indeseado y de concentrarme en una cualidad que me gustaría alcanzar me da la motivación necesaria para continuar.

Para quien esto no sea suficiente es importante encontrar una recompensa externa que dé valor al esfuerzo invertido.

Descondicionando

La primera vez que llevamos a cabo los primeros cuatro pasos nos sirve para romper el hielo. A partir de ahí la repetición es la clave del éxito. Las prácticas de neuroplasticidad son acumulativas, cuanto más lo practicas mejor te vuelves haciéndolo.

Piensa que cada vez que lo practicas estas descondicionando el mal hábito y estableciendo el nuevo.

El mal hábito volverá a visitarnos, aunque lo hará cada vez con menos frecuencia. Cuando nos sorprenda su aparición tras una larga tregua, es bueno recordarnos que no es tanto una recaída como una oportunidad de descondicionarnos a niveles más profundos.

Si continuamos llegará un momento en que el nuevo hábito logre enmascarar al antiguo.

La psicóloga e investigadora Phillippa Lally encontró que algunos comportamientos toman 18 días para convertirse en hábitos, mientras que otros tardan más de 200. El promedio es de 66 días (Lally, van Jaarsveld, Potts & Wardle, 2010).

Yo prefiero no tener expectativas sobre cuánto tiempo necesitaré para así descubrirlo por mí misma. Aunque normalmente me toma bastante más tiempo del que me gustaría y creo que nos pasa a todos.

Desaprender un hábito es también un aprendizaje en sí mismo, y por tanto no es un proceso lineal. Para más información sobre este tema visita este artículo: el aprendizaje no es lineal. Comprenderlo nos ayuda a distanciarnos y a ver el proceso como un todo, minimizando los momentos de desánimo y frustración.

Quiero terminar con esta frase tan inspiradora:

Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto; es un hábito.

Aristóteles

We are what we repeatedly do. Excellence, then, is not an act, but a habit.» – Aristotle)

Referencias y bibliografía:

Duhigg, C. (2011). «How Habits Work: From the appendix to The Power of Habit». From: http://charlesduhigg.com/how-habits-work/

Doidge N. (2007). «The Brain That Changes Itself: Stories of Personal Triumph from the Frontiers of Brain Science». Penguin Books. New York.

Gelb M. J., Howell K. (2011). «Brain Power: Improve Your Mind as You Age». New World Library. California.

Jeffrey M Schwartz, M.D. [Happy & Well]. 28 feb.2016. «The neuroscience of habit with Dr Jeffrey Schwartz at Mind & Its Potential 2015» [Archivo de video]. From: https://www.youtube.com/watch?v=S0-NmxR3Lcg (accessed 10/04/2016).

Lally, P., van Jaarsveld, C. H. M., Potts, H. W. W. and Wardle, J. (2010). «How are habits formed: Modelling habit formation in the real world». Eur. J. Soc. Psychol., 40: 998–1009. doi: 10.1002/ejsp.674

Restak R. (2002). «Mozart’s brain and the fighter pilot: Unleashing your brain’s potential» Three Rivers Press. New York.

 

aprendizaje no lineal

El aprendizaje no es lineal

¿Qué significa que el aprendizaje no es lineal?

Significa básicamente que no se produce siempre en la misma dirección ni de forma homogénea.

Lo curioso es que incluso cuando sabemos que existen altibajos en el aprendizaje, por alguna razón seguimos teniendo expectativas irreales acerca de cómo aprendemos.

Esto puede dar lugar a que almacenemos de forma inconsciente creencias limitantes. Y es uno de los obstáculos mentales que con más frecuencia encuentro tanto en mi experiencia como en la de mis alumnos.

Estas creencias varían para cada persona pero en el fondo son todas muy similares en cuanto a su formulación. Por ejemplo, solemos pensar “soy demasiado… para aprender ciertas cosas”, donde podemos sustituir los puntos suspensivos por lento, torpe, mayor, impaciente, etc.

También podemos tener expectativas irreales sobre la manera en que aprendemos. Por ejemplo, “he estudiado mucho y casi no avanzo luego no sirvo para esto”, o “por más que lo intento cada vez me sale peor y creo que debería dejarlo”.

Esto último es más difícil de ver ya que implica que hay una creencia detrás que sostiene que los resultados que estamos obteniendo son o bien definitivos o bien demasiado lentos, malos, insuficientes, etc., así que vemos los resultados de forma negativa en comparación con nuestras expectativas y nos juzgamos por ello. Esto es otra limitación.

Los resultados son como son y siempre nos brindan información valiosa. Pero en lugar de entusiasmarnos cuando las cosas salen bien y menospreciarnos cuando obtenemos peores resultados, sería mucho más productivo cambiar la manera en como vemos el proceso de aprendizaje abriéndonos a entender cómo es en realidad.

¿Y cómo es en realidad?

Antes de abordarlo es importante entender que cuando existe compromiso en el aprendizaje el progreso es inevitable. Sin embargo a lo largo de este progreso se experimentan múltiples altibajos que también son inevitables. La evolución gráfica de este proceso se llama curva de aprendizaje.

Tal y como su nombre nos sugiere podríamos imaginar que se trata de algo así:

curva-ideal

Curva de aprendizaje ideal

Lo cual no es una buena idea ya que nos crearía unas expectativas poco realistas.

La realidad es mucho más compleja e interesante:

curva-aprendizaje-real

Ejemplo de una curva de aprendizaje real

Conocer este proceso puede evitar mucha frustración.

Estos son los elementos que componen la curva de aprendizaje:

La meseta: es un momento de muy poco avance, pero a nivel subconsciente se están integrando los elementos necesarios para saltar al próximo nivel.

El retroceso: se produce al abandonar viejos hábitos cuando aún no se han desarrollado bien los nuevos. En esta fase se tiene la sensación de empeorar a pesar de la práctica.

El avance: cuando cuerpo y mente integran con éxito los elementos trabajados y el aprendizaje da sus frutos (Gelb, Buzan, 1994).

Vamos a ver ahora estas fases un poco más en profundidad:

La meseta

La meseta es la fase más común del aprendizaje y la que lleva más tiempo completar. Cuando estamos en ella podemos tener la sensación de estar estancados y de no lograr ningún avance, a pesar de que si miramos hacia atrás sí que vemos una evolución.

Las mesetas son momentos muy importantes donde el aprendizaje sucede dentro de nosotros. Se están creando las conexiones neuronales necesarias para ejecutar nuevas funciones. El aprendizaje está teniendo lugar, aunque no se muestren los resultados.

Es una fase incomoda que requiere esfuerzo activo, por lo tanto es bueno auto motivarnos a seguir trabajando con el mismo empeño, ya que sabemos que hay una mejora en camino.

El retroceso

Un retroceso es uno de los momentos más difíciles de afrontar en el aprendizaje. Solemos perder la confianza en nosotros mismos y en nuestra capacidad. A pesar de ser una fase común e inevitable asumimos que solo nos pasa a nosotros. Si nos dejamos arrastrar por nuestra negatividad podríamos llegar incluso a querer tirar la toalla.

Yo prefiero ver el retroceso como una fase de gran valor ya que nos brinda la oportunidad de ejercitaros más allá de nuestros límites. Por eso me gusta pensar en los retrocesos como en momentos de aprendizaje muy profundo.

La aparente paradoja del aprendizaje profundo es que solo puedes estar abierto a aprender más precisamente en el momento en que entiendes menos.

Esto se hace evidente cuando comprendemos que todo aprendizaje requiere también desaprender, dejar ir ideas preconcebidas o conceptos erróneos sobre la materia que trabajamos o, en el caso de una actividad física, el ir desprendiéndose de los movimientos descoordinados y demás acciones superfluas que frenan el avance.

En los momentos más duros me gusta recordar un dicho que el gran músico Kenny Werner aplica muy acertadamente a la práctica del piano: “Don’t quit a day before the miracle happens” (no abandones un día antes de que ocurra el milagro).

Por incomodas que nos parezcan, las mesetas y retrocesos son fases normales y necesarias en el proceso de aprendizaje.

El avance

El avance es la evidencia manifiesta de que existe un progreso en nuestro aprendizaje. Es la fase que requiere menor esfuerzo por nuestra parte y en la que podemos recrearnos y disfrutar abiertamente. Se caracteriza por producirse una liberación de energía que antes empleábamos en realizar una actividad o proceso, dando lugar a una mayor capacidad para concentrarse en otra cosa.

Cuando hablo a mis alumnos de esta fase les suelo recordar como anécdota lo que sucede con el bambú japonés: cuando se siembra una semilla de esta planta y se riega y cuida con constancia, durante mucho tiempo no sucede nada y un cultivador inexperto podría tomarla por una semilla infértil. Pero si continua regándola pasaran aún siete años hasta que al fin brote, y entonces en un periodo de solo seis semanas llega a alcanzar los 30 metros de altura siendo la planta de más rápido crecimiento del planeta. Durante los primeros siete años de aparente inactividad se estaban desarrollando las raíces que le permitirían ese crecimiento. Entonces, ¿tardó sólo seis semanas en crecer?, ¿o fueron siete años y seis semanas?

Este relato nos ayuda a entender de donde viene el valor que otorgamos a los resultados en el conjunto del proceso de aprendizaje.

Confiar, relajarse y disfrutar

Una vez que nos hemos familiarizado con las fases del aprendizaje resulta más fácil confiar en el proceso. Podemos vivirlo más relajados y disfrutar de cada etapa, reencontrarnos con el placer de aprender.

No tenemos por qué ser marionetas de las emociones frente a los altibajos que experimentemos. Seguiremos teniendo altibajos, pero lo veremos con más distancia, sin identificarnos, sin sufrir por ello.

Para lograr esto la confianza es clave.

Confiar en el proceso equivale a confiar en nosotros mismos y en nuestra capacidad de aprendizaje. Solo de este modo podemos entregarnos de manera sincera a la materia que estamos trabajando olvidándonos de los resultados.

A esto lo llamo yo aprender a aprender.

El proceso de aprendizaje puede ser en sí mismo fuente de mucho disfrute si se vive de este modo.

Referencias:

Gelb, M. J. & Buzan T. (1994). «Lessons from the art of juggling. How to achieve your full potential in business, learning, and life». Harmony Books. New York.